domingo, 9 de abril de 2017

LOS JUEGOS DE AZAR


Durante mi niñez y juventud estuve expuesto a los juegos de azar. Los caddies jugaban a la baraja, los golfistas jugaban al cubilete y al domino, y ambos apostaban cuando jugaban golf. A la baraja y al cubilete nunca les entendí, el domino lo jugué sólo algunas veces y el golf si lo jugué de apuesta.
Lo que entonces vi fueron juegos de niños comparados con la nueva oferta de juegos de azar: póquer, apuestas de caballos, galgos y de deportes, ruleta, tragamonedas, loterías quinielas, etc. Los cuales se juegan en bares, tabernas, casinos, ferias, casas y por internet a cualquier hora y lugar.
Desde los inicios de la Iglesia, los juegos de azar fueron censurados. Ya en 1842, José Smith describió de esta manera las condiciones de los santos que vivían en Misuri: “Hicimos grandes compras de tierras, nuestras fincas producían en abundancia y gozábamos de paz y felicidad en nuestros hogares y vecindario, pero al no participar con nuestros vecinos… en sus diversiones nocturnas, en sus actividades que profanaban el día de reposo, en las carreras de caballos y los juegos de azar, empezaron por burlarse de nosotros, después nos persiguieron y finalmente organizaron populachos para incendiar nuestras casas, para cubrir con alquitrán y plumas y azotar a muchos de nuestros hermanos y finalmente, actuando contra la ley, la justicia y lo humano, expulsarlos de sus propiedades” (en James R. Clark, comp., Messages of the First Presidency of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 6 tomos, 1965–1975, tomo I, pág. 139).
El presidente Joseph F. Smith declaró: “La Iglesia no sólo desaprueba los juegos de azar, sino que enérgicamente los condena como moralmente erróneos y clasifica como tales a todos los tipos de apuestas y loterías, rechazando toda participación que los miembros de la Iglesia puedan tener en dichas prácticas” (“Editor’s Table” Improvement Era, agosto de 1908, pág. 807).
El presidente Spencer W. Kimball dijo: “Desde el principio se nos ha aconsejado en contra de los juegos de azar de todo tipo. Ya sea que la persona gane o pierda, igual sufre deterioro y daño por obtener algo a cambio de nada, sin haber hecho esfuerzo alguno, recibiendo algo sin pagar su precio completo” (en Conference Report, abril de 1975, pág. 6; o Ensign, mayo de 1975, pág. 6).
En 1987, el élder Dallin H. Oaks, dio un magnífico discurso sobre este tema en lo que era el Colegio Universitario Ricks, en Idaho. Lo tituló: “Los juegos de azar: Moralmente erróneos y políticamente imprudentes” (véase Ensign, junio de 1987, págs. 69–75).
Lo que un principio parece un pasatiempo inocente llega a ser una conducta adictiva, que resulta muy difícil abandonar y conduce a otros malos hábitos y prácticas destructivas. Los que participan de los juegos de azar poco a poco quedan atrapados en este vicio. Primero gastan el dinero destinado al entretenimiento personal y familiar, enseguida consumen el dinero que deberían usar para satisfacer las necesidades de la familia: alimentación, educación, salud, etc. Después piden dinero prestado a familiares y amigos para continuar en el juego. Ya en la desesperación recurren al robo para pagar las deudas contraídas y para continuar en este camino. Los “jugadores” de esta manera pierden el honor, la reputación y el respeto propio y de su familia y amigos.  
Los juegos de azar motivan el deseo de conseguir algo a cambio de nada, promueven la actitud de tomar algo de otra persona con el fin de mejorar nuestra posición. Los juegos de azar promueven la avaricia, la codicia, el egoísmo, etc. conductas contrarias a la voluntad de Dios para sus hijos.
La filosofía de los juegos de azar de algo por nada o por mucho menos de lo que vale, es la raíz de una multitud de crímenes como el robo, el secuestro, la estafa, el chantaje, el narcotráfico, el fraude, etc. los cuales causan mucho daño en la sociedad.
Los juegos de azar nos alejan de las virtudes del trabajo, el ahorro, el servicio, el amor, etc. Son lo opuesto a los principios enseñados por Jesucristo en el sermón del monte (Regla de oro) y la parábola del buen samaritano, y a la ley de la cosecha enseñada por Pablo.
El mensaje de los juegos de azar es  “para mejorar lo que tienes que hacer es jugar”, cuando el mensaje correcto es que “para progresar hay que estudiar y trabajar”. Imaginemos una sociedad donde sus miembros se la viven en los juegos de azar. Algunas consecuencias que me ha tocado ver es que las personas adictas tienen sus rostros demacrados, disminuyen su productividad, tiene menos tiempo para la familia, en conclusión “malgastan los días de su probación”. (2 Nefi 9:27).
El Señor nos ha dado mandamientos sobre cómo ocupar nuestro tiempo, por ejemplo:
“Estudiar y aprender, y familiarizaros con todos los libros buenos, y con los idiomas, lenguas y pueblos”. (DyC 90:15).
“Enseñaos el uno al otro palabras de sabiduría; sí, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros”. (DyC88:118).
“Trabajen con su propias manos a fin de que no se practiquen la idolatría ni la maldad”. (DyC 52:39).
“Y recordad en todas las cosas a los pobres y a los necesitados, a los enfermos y a los afligidos”. (DyC 52:40).
“Irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo”. (DyC 59:9).
“Acostaos temprano para que no os fatiguéis; levantaos temprano para que vuestros cuerpos y vuestras mentes sean vigorizados”. (DyC 88:124).
“Cuidemos de nuestro cuerpo y de nuestra mente al guardar los principios que están en la Palabra de Sabiduría, un plan dado por los cielos”. (Thomas S. Monson).
“Poner en orden a su familia, y procurar que sean más diligentes y atentos en el hogar”. (DyC 93:50).
“Dedicaréis vuestro tiempo al estudio de las Escrituras”. (DyC 26:1).
“Lo que será de mayor valor para ti será declarar el arrepentimiento a este pueblo”. (DyC 15:6).
“Si te sientes alegre, alaba al Señor con cantos, con música, con baile y con oración de alabanza y acción de gracias”. (DyC 136:28).
Disfruto el jugar golf con los amigos, pero no lo juego con el afán de ganarles dinero. Juego el golf como deporte y muy ocasionalmente lo juego de apuesta sólo para ponerle un incentivo al juego, pero en realidad prefiero dedicar mis días a aquello que tiene más valor como mi familia, el trabajo, la Iglesia, leer, escribir, estudiar y servir a los demás.

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