El día de reposo es el día del Señor, apartado todas las semanas para el descanso y la adoración. Su origen y propósito se remonta hasta la creación misma: “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que había hecho, y reposó el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había creado y hecho”. (Génesis 2:2–3).
La voz del Señor en el Sinaí recordó a su pueblo: “Acuérdate del día del reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no harás en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas. (Éxodo 20:8:10).
La observancia del sábado como día en que se dejaba de trabajar y se rendía devoción particular llegó a ser peculiaridad nacional de los israelitas, que los distinguía de las naciones paganas; y con toda razón, porque la observancia del día santo quedó por señal del convenio entre Jehová y su pueblo: “Y tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: De cierto vosotros guardaréis mis días de reposo, porque es señal entre yo y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico”. (Éxodo 31:13)
En el curso de la historia israelita, los profetas amonestaron y reprendieron al pueblo por menospreciar o profanar el sábado. El siguiente es un ejemplo muy claro de ello:
“En aquellos días vi en Judá a algunos que pisaban en lagares en el día de reposo, y que acarreaban gavillas, y que cargaban sobre asnos vino, y ta
Y contendí con los nobles de Judá y les dije: ¿Qué mala cosa es ésta que vosotros hacéis, profanando así el día de reposo? ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo este mal sobre nosotros y sobre esta ciudad? Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el día de reposo.
Y sucedió que, cuando iba oscureciendo a las puertas de Jerusalén, antes del día de reposo, mandé que se cerrasen las puertas y ordené que no las abriesen hasta después del día de reposo; y puse a las puertas algunos de mis criados, para que en día de reposo no entrase ninguna carga.
Y se quedaron fuera de Jerusalén una o dos veces los negociantes y los que vendían toda especie de mercancía. Y los amonesté y les dije: ¿Por qué pasáis la noche delante del muro? Si lo hacéis otra vez, os echaré mano. Desde entonces no vinieron en día de reposo. Y dije a los levitas que se purificasen y fuesen a guardar las puertas, para santificar el día de reposo. También por esto acuérdate de mí, oh Dios mío, y ten piedad de mí según la abundancia de tu misericordia”. (Nehemías 13:15-22).
El Nuevo Testamento está repleto de referencias sobre el día de reposo, pero para entonces los judíos habían perdido de vista su propósito original transformándolo en una serie reglamentos inflexibles que el Señor denunció vigorosamente cuando lo acusaban de hacer obras buenas en sábado: “Y aconteció que, pasando Jesús por los sembrados en un día de reposo, el segundo después del primero, sus discípulos arrancaban espigas y, restregándolas con las manos, las comían. Y algunos de los fariseos les dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en los días de reposo? Y respondiendo Jesús, les dijo: ¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios y tomó los panes de la proposición, los cuales no es lícito comer, sino sólo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él? Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo.
Y aconteció también en otro día de reposo que él entró en la sinagoga y enseñaba; y había allí un hombre que tenía seca la mano derecha. Y le acechaban los escribas y los fariseos para ver si sanaría en el día de reposo, a fin de hallar de qué acusarle. Pero él, que conocía los pensamientos de ellos, dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso de pie. Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en los días de reposo hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o quitarla? Y, mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. Y ellos se llenaron de ira y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús”. (Lucas 6:1-11).
Cristo no vino para destruir la ley de Moisés, sino para cumplirla; y por medio de él, el evangelio reemplazó la ley. El Salvador se levantó de la tumba el primer día de la semana y el domingo llegó a ser el día del Señor, sustituyendo el día sábado. Veamos algunas Escrituras que nos muestran este cambio:
Jesucristo resucitó el domingo: “Y el primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana al sepulcro, siendo aún oscuro; y vio quitada la piedra del sepulcro”. (Juan 20:1)
Los discípulos se congregaron el domingo: “Y al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban reunidos por miedo a los judíos, vino Jesús, y se puso en medio y les dijo: ¡Paz a vosotros!”. (Juan 20:19)
Los discípulos se congregaron otra vez en domingo: “Y ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y dijo: ¡Paz a vosotros!”. (Juan 20:26).
En el día de Pentecostés, una fiesta que se realizaba el primer día de la semana (Levítico 23:15-16), estaban los santos reunidos: “Y cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un lugar”. (Hechos 2:1).
Los discípulos se congregaron el domingo para partir el pan: “Y el primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de partir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche”. (Hechos 20:7)
La colecta para los santos fue hecha el domingo: “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte en su casa, guardando lo que por la bondad de Dios pueda, para que cuando yo llegue, no se recojan entonces ofrendas. (1 Corintios 16:1-2).
Así vemos que los santos de la Iglesia primitiva entendieron el significado de este cambio en el día de adoración y continuaron congregándose el primer día de la semana. Juan confirma que seguían guardando este mandamiento cuando dice: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,”. (Apocalipsis 1:10).
En la actualidad guardamos el domingo como día de reposo porque el Señor lo ha mandado como parte de la restauración del evangelio. José Smith recibió la siguiente revelación el domingo 7 de agosto de 1831: “Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo; porque, en verdad, éste es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo; sin embargo, tus votos se ofrecerán en rectitud todos los días y a todo tiempo; pero recuerda que en éste, el día del Señor, ofrecerás tus ofrendas y tus sacramentos al Altísimo, confesando tus pecados a tus hermanos, y ante el Señor.
Y en este día no harás ninguna otra cosa sino preparar tus alimentos con sencillez de corazón, a fin de que tus ayunos sean perfectos, o en otras palabras, que tu gozo sea cabal. De cierto, esto es ayunar y orar, o en otras palabras, regocijarse y orar.
Y si hacéis estas cosas con acción de gracias, con corazones y semblantes alegres, no con mucha risa, porque esto es pecado, sino con corazones felices y semblantes alegres, de cierto os digo, que si hacéis esto, la abundancia de la tierra será vuestra, las bestias del campo y las aves del cielo, y lo que trepa a los árboles y anda sobre la tierra; sí, y la hierba y las cosas buenas que produce la tierra, ya sea para alimento, o vestidura, o casas, alfolíes, huertos, jardines o viñas; sí, todas las cosas que de la tierra salen, en su sazón, son hechas para el beneficio y el uso del hombre, tanto para agradar la vista como para alegrar el corazón; sí, para ser alimento y vestidura, para gustar y oler, para vigorizar el cuerpo y animar el alma. (D y C 59:9-19).
Esta revelación confirma la práctica de la iglesia primitiva de reunirse el primer día de la semana para guardar el día de reposo, además nos da algunas pautas de cómo obedecer este mandamiento. El profeta Isaías también nos enseñó cómo hacerlo: “Si retraes del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamas delicia, santo, glorioso de Jehová, y lo veneras, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu propia voluntad ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová; y yo te haré cabalgar sobre las alturas de la tierra y te daré a comer la heredad de Jacob, tu padre, porque la boca de Jehová lo ha hablado. (Isaías 58:13-14).
De conformidad con estas escrituras vemos que el Señor nos manda que lo adoremos a él, nos conservemos sin mancha del mundo, vayamos a la casa de oración a participar de los sacramentos y descansar de nuestro trabajo. Para ilustrar cómo guardamos el día de reposo veamos algunas experiencias de mi vida.
Desde que nací hasta los 12 años viví dentro de un Club de golf, donde mi papá trabajaba y el Club le prestaba una casa. Desde los 8 años trabaje de caddie, los domingos caddiaba temprano en la mañana y después de trabajar pasaba horas jugando golf, tenis, futbol y beisbol, entre otras actividades que se podían hacer en el Club. Cuando nos mudamos a un fraccionamiento cercano al Club, continuaba con ese estilo de vida.
Cuando me bauticé en la Iglesia a los 15 años, mi vida cambio. Deje de caddiar y jugar golf los domingos. Por supuesto que esto no le agradaba a mi papá pero para mi era más importante obedecer los mandamientos. Mi papá quería que participara en los torneos de golf que se juegan sábados y domingos, pero yo los evitaba. Confieso que en ocasiones si jugué porque mi padre me lo exigía, pero lo hacía para glorificar a nuestro Padre Celestial, mostrando mi amor y respeto a mi padre y mostrando a las personas como el evangelio nos ayuda en los diferentes aspectos de nuestra vida.
En mi época de estudiante fui un fiel cumplidor del día de reposo, aún en los exámenes más difíciles no estudiaba los domingos, prefería dormirme temprano y levantarme el lunes en la madrugada a estudiar. Tenía una firme convicción de que sería bendecido en los exámenes si lo hacía de esta manera y mis calificaciones son una prueba de ello. Han pasado los años y no he logrado encontrar alguna declaración de un líder de la Iglesia respecto a si podemos estudiar o no los domingos, pero cuando lo hice fue por fe y obediencia.
Creo que las únicas veces que mi familia no ha asistido a la Iglesia fue cuando nació Betsy nuestra hija menor y cuando hubo una epidemia de influenza en México en el año 2009.
Desde el año 2002 he trabajado como profesional de golf. En estos años me ha sido difícil guardar completamente el día de reposo. En los diferentes Clubes que he trabajado he solicitado facilidades para asistir a la iglesia y he tenido logros como ir a la capilla y regresar al trabajo o un domingo trabajo y otro domingo descanso. En los últimos 5 clubes que he trabajo he puesto como parte de las condiciones de mi contratación el no trabajar en domingo, salvo en los torneos importantes del Club. Somos contados los profesionales de golf que tenemos este privilegio, para mi una bendición.
En preparación para el día de reposo, los sábados hacemos lo siguiente para no hacerlo en domingo: preparamos la ropa, hacemos las compras, preparamos la comida (en la medida de lo posible), limpiamos la casa y ponemos gasolina al carro. La idea es centrarnos en adorar y servir a Dios el día domingo.
La lista de qué se puede y qué no se puede hacer el día de reposo, sería muy larga. Con los años he aprendido que más que listas rígidas, el Espíritu es quien nos indica que es lo correcto y nosotros lo podemos distinguir claramente. Desafortunadamente la mayoría de las personas “buscan su propia voluntad”, “hablan sus propias palabras” y “no consideran la obra de Jehová ni miran la obra de sus manos” (Isaías 5:12) o como el Señor reveló “todo hombre anda por su propio camino, y en pos de la imagen de su propio dios”. (DyC 1:16).
El día de reposo es una “delicia” tal como lo declaró Isaías, porque podemos estar con la familia, adorar a Dios, participar de los sacramentos, servir a otros, descansar, salir de la rutina laboral, renovar nuestras energías, entre muchas otras bendiciones.
Mis hijos son los primeros en decir cuando alguien hace algo que vaya en contra del día de reposo. Este me da una gran satisfacción y me recuerda la escritura que dice: “Instruye al niño en su camino; y aun cuando fuere viejo, no se apartará de él” (Proverbios 22:6). Testifico que el Señor cumple con esta promesa.
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