“¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren ellos por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados”. (Santiago 5:14-15).
La bendiciónde los enfermos se realizaba en la Iglesia de Jesucristo y fue establecida por él mismo: “Y no pudo hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos las manos”. (Marcos 6:5). Los apóstoles siguieron el modelo de su Maestro: “Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban”. (Marcos 6:13).
El Salvador resucitado incluyó esta práctica en la gran comisión que dio a sus once discípulos: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado. Y estas señales seguirán a los que creyeren: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos y, si bebieren cosa mortífera, no les dañará; sobre los enfermos impondrán sus manos, y sanarán. (Marcos 16:15-18). Así vemos que de la mano con predicar el evangelio está el bendecir a los enfermos.
La práctica fue restaurada en nuestra dispensación por el Profeta José Smith. La revelación dice: “Y los que de entre vosotros estén enfermos, y no tengan fe para ser sanados, pero creyeren, serán nutridos con toda ternura, con hierbas y alimento sencillo, y esto no por mano de un enemigo. Y los élderes de la iglesia, dos o más, serán llamados, y orarán por ellos y les impondrán las manos en mi nombre; y si murieren, morirán para mí; y si vivieren, vivirán para mí. Y además, sucederá que el que tuviere fe en mí para ser sanado, y no estuviere señalado para morir, sanará. (DyC 42:43-44, 48).
La bendición de los enfermos la realizan hombres que poseen el Sacerdocio de Melquisedec, valiéndose de aceite consagrado. La bendición tiene dos partes: la unción con aceite y el sellamiento de la unción.
En los hogares SUD, el padre poseedor del Sacerdocio de Melquisedec, normalmente bendice a los miembros de su familia que están enfermos, en la Iglesia los hermanos deben bendecir a los enfermos a petición de la persona enferma a fin de que la bendición se reciba de acuerdo con su fe.
El don de la sanidad es uno de los dones del Espíritu, es un don que puede estar presente en quien administra la bendición y en quien la recibe. El apóstol Pablo escribió: “y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu”. (1 Corintios 12:9). La revelación moderna dice:”Y además, a unos les es dado tener fe para ser sanados; y a otros, fe para sanar. (DyC 46:19-20).
La sanidad es por la fe en Jesucristo, pero debemos hacer uso de la medicina porque es también por medio de ella que el Señor contesta nuestras oraciones.
Durante el tiempo que serví como misionero y cuando serví como obispo es cuando más bendiciones a enfermos he dado. Como patriarca de mi familia he tenido la oportunidad de bendecirlos cuando están enfermos. Es una ocasión sagrada y solemne.
Las sanaciones de enfermos ocurren actualmente en la Iglesia, tal como en los tiempos de Jesucristo y sus apóstoles. En cuanto a divulgar estas sanaciones el Señor dijo: “Pero un mandamiento les doy, que no se jacten de estas cosas ni hablen de ellas ante el mundo; porque os son dadas para vuestro provecho y para salvación. (DyC 84:73). Lo cual es consistente con el ejemplo que el Salvador nos dio: “Y extendiendo Jesús su mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra fue limpiada. Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos. (Mateo 8:3-4).
Este es un segmento de uno de los libros que estoy escribiendo.
Mateo Melgar Ochoa
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