BETSY, DE BEBE
El precedente sobre la bendición de los niños fue establecido por Jesucristo. En la Biblia leemos: “Y tomándolos en los brazos (a los niños), poniendo las manos sobre ellos, los bendecía”. (Marcos 10:16). En el Libro de Mormón: “y tomó a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos”. (3 Nefi 17:21).
Este modelo establecido por Jesucristo en la antigüedad ha sido restaurado en nuestra dispensación. En una revelación concerniente al gobierno de la Iglesia, el Profeta José Smith recibió instrucciones específicas sobre esta ordenanza: “Todo miembro de la Iglesia de Cristo que tenga hijos deberá traerlos a los élderes ante la iglesia, quienes les impondrán las manos en el nombre de Jesucristo y los bendecirán en su nombre”. (DyC 20:70).
Como poseedor del Sacerdocio del Melquisedec tuve el privilegio de bendecir a cada uno de nuestros hijos poco después de su nacimiento. Por medio de la bendición recibieron el nombre por el cual son conocidos en esta tierra y palabras de bendición para su vida terrenal.
Las bendiciones las hicimos en la Iglesia en una reunión dominical conocida como reunión de ayuno y testimonios, de la cual hablaremos más adelante.
La bendición de cada uno de nuestros hijos fue una ocasión especial para nuestras familias, pero no hubo invitaciones impresas, ni fiesta, ni ropas especiales, ni padrinos. La Iglesia nos invita a preservar la naturaleza sagrada de la bendición, compartiendo el evento sin extravagancia y sin mercantilismo.Este es un segmento de uno de los libros que estoy escribiendo.
Mateo Melgar Ochoa
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