El nombre de la Iglesia es una evidencia más de la divinidad de ella. Como consecuencia de la apostasía surgieron cantidad de iglesias, las cuales en su nombre nos muestran su origen no divino.
La mayoría de los nombres de las iglesias llevan el nombre de sus líderes o algún concepto del evangelio que las caracteriza.
Este problema se presentó en la Iglesia original del Salvador: “Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. Porque se me ha informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los que son de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?”. (1 Corintios 1:10-13).
En el Libro de Mormón encontramos un precedente sobre el nombre que debe llevar la Iglesia:
“Y Jesús se les manifestó de nuevo, porque pedían al Padre en su nombre; y vino Jesús y se puso en medio de ellos, y les dijo: ¿Qué queréis que os dé? Y ellos le dijeron: Señor, deseamos que nos digas el nombre por el cual hemos de llamar esta iglesia; porque hay disputas entre el pueblo concernientes a este asunto.
Y el Señor les dijo: De cierto, de cierto os digo: ¿Por qué es que este pueblo ha de murmurar y disputar a causa de esto? ¿No han leído las Escrituras que dicen que debéis tomar sobre vosotros el nombre de Cristo, que es mi nombre? Porque por este nombre seréis llamados en el postrer día; y el que tome sobre sí mi nombre, y persevere hasta el fin, éste se salvará en el postrer día.
Por tanto, cualquier cosa que hagáis, la haréis en mi nombre, de modo que daréis mi nombre a la iglesia; y en mi nombre pediréis al Padre que bendiga a la iglesia por mi causa. ¿Y cómo puede ser mi iglesia salvo que lleve mi nombre? Porque si una iglesia lleva el nombre de Moisés, entonces es la iglesia de Moisés; o si se le da el nombre de algún hombre, entonces es la iglesia de ese hombre; pero si lleva mi nombre, entonces es mi iglesia, si es que están fundados sobre mi evangelio”. (3 Nefi 27:2-8).
El 26 de abril de 1838 el Señor reveló a José Smith el nombre de la Iglesia: “porque así se llamará mi iglesia en los postreros días, a saber, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días”. (DyC 115:4). Por consiguiente el nombre de la Iglesia no proviene del estudio, la investigación o de una ocurrencia, sino por revelación de Jesucristo. Llama la atención que de todas las iglesias existentes en esa época ninguna llevaba el nombre del Señor.
Veamos en partes el nombre de la Iglesia porque cada frase es significativa. “La Iglesia de Jesucristo” indica que Jesucristo es la cabeza de la Iglesia y que su evangelio, sus enseñanzas y su divina autoridad constituyen el fundamento de la Iglesia. En la Biblia leemos: “y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia”. (Colosenses 1:18). “Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia; y él es el salvador del cuerpo”. (Efesios 5:23).
La frase “de los Santos”. A los miembros de la la Iglesia primitiva se les llamaban santos. En realidad la palabra santo es anterior a Jesucristo y se utiliza 36 veces en el Antiguo Testamento.
Por ejemplo: “Habla a toda la congregación de los hijos de Israel y diles: Santos seréis, porque santo soy yo, Jehová, vuestro Dios”. (Levítico 19:2).
“Reunidme a mis santos, los que hicieron conmigo convenio mediante sacrificio”. (Salmos 50:5).
“Porque Jehová ama la justicia y no desampara a sus santos; para siempre serán guardados". (Salmos 37:28). “Para que os acordéis y cumpláis todos mis mandamientos y seáis santos a vuestro Dios”. (Números 15:40).
En el Nuevo Testamento la palabra santo aparece 62 veces. El término cristianos que también se utilizó para identificar a los seguidores de Cristo, aparece 3 veces. (Hechos 11:26, 26:28, 1 Pedro 4:16). Las cartas de los apóstoles iban dirigidas a los santos es decir a los miembros de la Iglesia, ya que el término santo era aplicable a cualquier persona que era miembro de la Iglesia. Por ejemplo:
“a todos los que estáis en Roma, amados de Dios, llamados a ser santos: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. (Romanos 1:7)
“a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo en todo lugar, Señor de ellos y nuestro”. (1 Corintios 1:2)
“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Éfeso” (Efesios 1:1)
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos con los santos, y miembros de la familia de Dios”. (Efesios 2:19).
“Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan. Todos los santos os saludan, y mayormente los que son de la casa de César”. (Filipenses 4:21-22).
“Os encargo, por el Señor, que esta carta sea leída a todos los santos hermanos”. (1 Tesalonicenses 5:27).
Así vemos que el término santos está de acuerdo con el uso que se le da en el Nuevo Testamento, es decir los santos son los miembros de la Iglesia de Jesucristo. En las Escrituras la palabra santos no se usa como un término de santidad especial, ya que esta práctica de canonizar a miembros u oficiales de iglesias cristianas por haberse distinguido de cierta manera surgió de tradiciones posteriores al Nuevo Testamento.
La frase “de los Últimos Días” indica que es la Iglesia de Jesucristo establecida antes de su segunda venida, para distinguirla de la Iglesia original establecida en el meridiano de los tiempos.
El nombre oficial de la Iglesia, es una muestra de cómo el Señor diferencia su Iglesia de las demás y es un claro indicador de la unidad de la Iglesia y su doctrina. En contraste otras religiones ponen diferentes nombres a sus iglesias.
Este orden en la Iglesia era el que buscaba el apóstol Pablo: “porque Dios no es Dios de confusión, sino de paz, como en todas las iglesias de los santos”. (1 Corintios 14:33). Y el Señor lo ha dicho claramente en esta dispensación: “He aquí, mi casa es una casa de orden, dice Dios el Señor, y no de confusión”. (DyC 132:8).
Cuando conocí la Iglesia fue difícil recordar su nombre. Cuando serví como misionero tocábamos muchas puertas y cuando nos abrían casi se nos iba el aire cuando nos presentábamos: “Buenas tardes, somos misioneros de la Iglesia de Jesucristo…. y tenemos un mensaje para usted”. Para mi el nombre de la Iglesia es una evidencia más de su divinidad.
Este es un segmento de uno de los libros que estoy escribiendo.
Mateo Melgar Ochoa
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