Escrito por mi hermana María Cristina Melgar Ochoa. Publicado en la revista Liahona de septiembre de 1990.
Hace aproximadamente 4 años, tomé la
firme decisión de aceptar el bautismo en la Iglesia Mormona. Fue algo realmente
difícil, ya que un año antes de esto uno de mis hermanos menores se había
bautizado sin el consentimiento de mi padre y esto lo molesto bastante, pero mi
hermano tuvo que hacerlo así, debido a su negativa.
Cuando mi papá se enteró de lo que
mi hermano había hecho se negó a seguir recibiendo a los misioneros, y así pasó un año sin que estos vinieran a mi
casa. Un día estando mi hermana en casa llegaron unos misioneros buscando a mi
hermano y platicando con ella la comprometieron a escucharlos y ella me invitó
a hacerlo también. Cuando mi papá se enteró de esto se enojó bastante y nos
dijo a mi hermana y a mí que no quería más mormones en casa y que si nosotras
los queríamos recibir lo aceptaba, pero sólo como amigos, porque si nosotras
nos bautizábamos nos correría de la casa.
El día que tomamos la decisión de
bautizarnos fue un día de gran conflicto interno; por un lado recibíamos el
testimonio de los misioneros de que todo lo que enseñaban era verdad y por otro
lado la sentencia dictada por mi padre. El día 30 de abril de 1986 en una
forma secreta a la vista de los hombres y contra la voluntad de mi padre fuimos
bautizadas; él no se negaba a que fuéramos a la capilla, sólo se negaba a que
recibiéramos “otro bautismo”; y empezamos a asistir todos los domingos.
Tenía solamente 2 meses de miembro y
mucha dificultad para estudiar las escrituras libremente en casa, cuando el
Obispo me llamó a ser maestra de seminario
¡qué bien! Fue un gran gozo para mi, era mi primer llamamiento, podría
servir a Dios enseñando a los jóvenes pero….¡habría problemas! Yo no tenía mucho
conocimiento, ni mucha libertad para adquirirlo y para salir cada sábado (ya
que entonces era el Curso Individual Supervisado) a impartir clase; pero esto
no importo, acepté el llamamiento feliz.
El Señor siempre me bendijo para que pudiera cumplir con las clases y sábado tras sábado allí estaba frente al grupo, conociendo y empezando a querer a mis jóvenes. Pero un domingo el Obispo me llamó a su oficina; al entrar me percate de la presencia del coordinador de SEI y uno de los maestros de instituto los cuales empezaron a decirme el motivo de su visita: llevar a cabo el seminario matutino, ¡qué difícil! Tendría que salir todos los días de mi casa a las 5 am y sin que mis papás se dieran cuenta ya que ellos ignoraban que era miembro y sobre todo lo que yo salía a hacer cada sábado por la tarde.
El Señor siempre me bendijo para que pudiera cumplir con las clases y sábado tras sábado allí estaba frente al grupo, conociendo y empezando a querer a mis jóvenes. Pero un domingo el Obispo me llamó a su oficina; al entrar me percate de la presencia del coordinador de SEI y uno de los maestros de instituto los cuales empezaron a decirme el motivo de su visita: llevar a cabo el seminario matutino, ¡qué difícil! Tendría que salir todos los días de mi casa a las 5 am y sin que mis papás se dieran cuenta ya que ellos ignoraban que era miembro y sobre todo lo que yo salía a hacer cada sábado por la tarde.
Pero ese no era el único problema
que tendría que enfrentar si aceptaba continuar como maestra del grupo; estaba
en el primer año de mi carrera profesional y llevaba mis clases de 6 am a 1 pm
mi primer clase era probabilidad y estadística, una materia que me resultaba un
poco difícil de comprender sin la ayuda del maestro, y para poder acreditar la
materia se requería del 80 % de asistencia, fue el único maestro en ese año que
tomaba en cuenta la asistencia.
¿Qué hacer? Si me negaba se
justificaba mi negativa, pero si aceptaba, ¿qué haría? ¿cómo saldría de la
casa? ¿cómo llegaría a clase si la mía terminaba a las 6:30 am? El coordinador
me habló de las bendiciones que se obtienen al cumplir con el Señor y me dio un
plazo para pensarlo; pero en ese momento recordé una escritura que en mi poco
tiempo de miembro bien había aprendido y que ahora estaba grabada en mi
corazón, en mi mente y en mi diario vivir….
Iré y haré lo que el Señor me ha mandado porque nunca da mandamientos a
los hijos de los hombres sin preparar el camino… como respuesta le di esta
escritura al coordinador y confié todo al Señor.
Empezamos las clases y como en todas
las cosas el triunfo no se obtiene al inicio, fue algo difícil mantener
despiertos a los jóvenes a las 4:30 de la mañana; ya que debido a mi materia
todos estuvimos de acuerdo en que se iniciara a esa hora.
Un día decidí hablar con mi maestro
para pedirle que me permitiera estar ausente de su clase y le expuse el motivo,
a lo cual él se sorprendió pero finalmente aceptó y fue entonces que pudimos
tener nuestro horario de 5:30 am a 6:30 am, pero no fueron los únicos problemas,
se nos presentó un problema más; mi madre, quien es católica renovada, por lo
cual ella estaba en total desacuerdo con nuestra decisión de escuchar a los
mormones, y nunca aceptaría que mi hermano y yo saliéramos de la casa sin que
ella lo supiera ya que se levantaba todas las mañanas a preparar nuestro
desayuno.
Tuve que tomar otra decisión que resolvería ese problema, así que le dije a mi madre que ya no se molestara en levantarse tan temprano ya que yo bien podría hacer el desayuno para mis hermanos y para mí, lo cual significaba levantarme más temprano aún. Todos los días mi hermano y yo salimos de puntitas de casa a las 5 am para no ser descubiertos, fueron días sumamente difíciles ya que hubo días que sólo tuve a mi hermano como alumno, nadie iba pero tenía que seguir adelante a lo cual el Señor nos bendijo aumentando nuestra asistencia a 6 jóvenes.
Tuve que tomar otra decisión que resolvería ese problema, así que le dije a mi madre que ya no se molestara en levantarse tan temprano ya que yo bien podría hacer el desayuno para mis hermanos y para mí, lo cual significaba levantarme más temprano aún. Todos los días mi hermano y yo salimos de puntitas de casa a las 5 am para no ser descubiertos, fueron días sumamente difíciles ya que hubo días que sólo tuve a mi hermano como alumno, nadie iba pero tenía que seguir adelante a lo cual el Señor nos bendijo aumentando nuestra asistencia a 6 jóvenes.
Al llegar el fin de semestre escolar
pude darme cuenta de que era verdad, el Señor nos bendice cuando hacemos lo que
nos manda, ya que al recibir las calificaciones pude darme cuenta que el mío
era un muy buen promedio y sobre todo cuando supe que mi calificación en probabilidad
y estadística era la mejor a pesar de no haber asistido a clases.
Me sentí bien de saber que ya no tendría que entrar a las 6 am el siguiente semestre, pero un nuevo problema se veía venir, tendría un mes de vacaciones en la escuela, ¿y ahora que pretexto pondría para salir a ese horario? Así que tuve que tomar otra decisión a partir del primer día de vacaciones, empezaría a hacer ejercicios físicos, ¡eso es! Sería un magnifico pretexto, saldría a correr todas las mañanas, el correr era uno de los deportes que más odiaba siempre que me invitaban a hacerlo (ya que soy un poco gruesa), les contestaba que no porque tenía corre-fobia; pero ahora tenía que hacerlo y fue algo especial ya que pude salir a dar clases, bajé esos kilitos de más y mi papá hombre 100% deportista al igual que mis hermanos se sintió complacido con mi nueva afición. Finalmente terminamos nuestro primer curso del cual tuve 2 graduados por edad uno de ellos era mi hermano.
Me sentí bien de saber que ya no tendría que entrar a las 6 am el siguiente semestre, pero un nuevo problema se veía venir, tendría un mes de vacaciones en la escuela, ¿y ahora que pretexto pondría para salir a ese horario? Así que tuve que tomar otra decisión a partir del primer día de vacaciones, empezaría a hacer ejercicios físicos, ¡eso es! Sería un magnifico pretexto, saldría a correr todas las mañanas, el correr era uno de los deportes que más odiaba siempre que me invitaban a hacerlo (ya que soy un poco gruesa), les contestaba que no porque tenía corre-fobia; pero ahora tenía que hacerlo y fue algo especial ya que pude salir a dar clases, bajé esos kilitos de más y mi papá hombre 100% deportista al igual que mis hermanos se sintió complacido con mi nueva afición. Finalmente terminamos nuestro primer curso del cual tuve 2 graduados por edad uno de ellos era mi hermano.
Cuando estaba a punto de iniciarse
el siguiente curso el obispo me llamó nuevamente a su oficina y me pidió que
continuara siendo la maestra de seminario; y por un momento llegaron a mi mente
los recuerdos de las dificultades que tuve que pasar, y por otro lado las
bendiciones obtenidas y el amor puro y tierno de mis alumnos; lo pensé bastante y
finalmente acepté. Sólo que había otra prueba, el lugar donde impartiríamos la
clase es una zona muy peligrosa; recuerdo que mi padre decía que él no entraba
en esa colonia por nada del mundo.
¿Cómo iba a andar yo sola por esas
calles? Eso representaba un gran peligro para mí ya que aún los misioneros
temían al llegar la oscuridad. Mi hermano ya no podría ir conmigo ya que tenía
que salir a una misión; y de aquí se derivó otro problema, cuando se iniciaron
las clases y mi padre vio que mi hermano no se inscribió a la escuela se enojó
y le preguntó el motivo, a lo cual el tuvo que decirle que saldría a servir al
Señor en una misión; discutieron por largo rato y entre la discusión mi padre
comprometió a mi hermano para que le dijera si mi hermana y yo éramos miembros
de la Iglesia, diciéndoles que si era mormón no debía mentir y mi hermano tuvo
que aceptarlo.
Cuando llegué a casa temía lo peor,
le habíamos desobedecido a pesar de su amenaza y eso le dolió mucho y por poco
cumple su sentencia, pero su gran amor por nosotros evitó que hiciera esto y a
pesar de todo el dolor que le causó, consintió que mi hermano saliera a la
misión y que nosotros continuáramos en casa. Pero nos dijo que si otro más de
mis hermanos se bautizaba nos mataba a todos.
Los primeros días de seminario mi
hermano me acompaño mientras llegaba su llamamiento, pero él se tenía que ir y
entonces… ¿Yo que haría? Un día decidí comentar esto con otro de mis hermanos
más pequeños y le pedí que me acompañara a las clases de seminario para no ir
yo sola a lo que él aceptó. Y así empezó a escuchar el evangelio, en ese año
estudiábamos el Libro de Mormón.
El llamamiento de mi hermano tardó
en llegar pero ahora mi hermanito me acompañaba y así poco a poco fue
adquiriendo su propio testimonio, hasta que un día uno de mis alumnos me
comento que la siguiente semana se bautizaría mi hermanito, que tenía días
escuchando las pláticas con los misioneros y que mi hermano le bautizaría. Fue
un gran gozo para mí, mezclado con un cierto temor.
El Señor continuó bendiciéndonos en todo el curso. Ya mi grupo era más grande tenía 8 alumnos constantes y con un testimonio muy grande en cuanto a cumplir con el Señor y las bendiciones por los sacrificios.
Pudimos terminar ese curso
exactamente el día que mi hermano salió a la misión logrando ese año 2
graduados más. Durante el periodo de vacaciones cuán grande fue mi sorpresa al
enterarme que el más pequeño de mis hermanos su bautizaba ¡qué gran alegría!
Pero que temor, el día que mi padre lo sepa no sé qué va a pasar aquí.
Al inicio del curso de seminario ya íbamos los 3 a la clase y aún seguíamos saliendo a escondidas, y pasando por las mismas dificultades del primer año pero ya no les temía porque sabía cómo enfrentarlos. Pero ese año pasó algo que en 2 años anteriores no había pasado.
Al inicio del curso de seminario ya íbamos los 3 a la clase y aún seguíamos saliendo a escondidas, y pasando por las mismas dificultades del primer año pero ya no les temía porque sabía cómo enfrentarlos. Pero ese año pasó algo que en 2 años anteriores no había pasado.
Yendo a la clase uno de mis hermanos
no se despertó y el otro tenía que pasar por una de las jóvenes, entonces tuve
que caminar un gran tramo de la calle yo sola y en el camino me salió al
encuentro un joven el cual rápidamente me tomó del cuello y me pidió todo el
dinero que llevaba; esto fue una experiencia terrible y cada día que salía
temía de volverlo a encontrar y desee ya no ir a clase pero por amor al Señor y
a mis alumnos lo seguiría haciendo sólo que ya no me iría sola nunca.
Terminamos el curso y para mi
tristeza pude darme cuenta que el más pequeño de mis hermanos no adquirió un
gran testimonio y no se mantuvo fuerte en su decisión por temor a mi papá. Ese
año graduó un joven. Cuando nuevamente me pidieron que fuera maestra dije que
no, que eran muchas las dificultades y temía llegar a enfermarme de los nervios
por todos los sustos que pasaba, ya que había veces en que estábamos a punto de
salir y oíamos ruidos en el cuarto de mi papá y teníamos que esperar un rato o
escondernos para que no nos vieran.
Pero mis alumnos quienes me amaban y
a quienes amo me pedían que no los dejara y entre ellos se pusieron de acuerdo
para ayunar y orar porque yo continuara siendo su maestra. Y el Señor contesto
su oración ya que puso en mi corazón la fortaleza para continuar soportando
todo.
Este es mi cuarto año y al igual que
todos he tenido grandes dificultades, un día antes de iniciar la clase tuve que
hablar con otro de mis hermanos; el único que no ha aceptado el evangelio;
porque a partir de ese año él iría ya a estudiar su carrera profesional, y
tuvimos la suerte o desgracia de tener el mismo horario, él tenía que saber que
no podría irme con él por las clases y que mi otro hermano me acompañaba. Me
reprochó nuestra actitud con palabras muy duras, pero aceptó callar por mi
padre para no causarle otro dolor.
Ese mismo día mi papá me dijo que
como mi hermano y yo teníamos el mismo horario y era muy temprano, él nos
llevaría a clases, ¡no! Eso no podría ser, yo tenía que dar la clase e inventé
miles de pretextos, hasta que finalmente lo convencí que no lo hiciera.
En lo que va de este curso he tenido
muchos pequeños problemas con respecto a seminario motivado por el hecho de que
mi hermano está conmigo en la escuela, ahora sólo deseo que pasen estos 40 días
que me faltan para poder graduarme en seminario como maestra ya que no lo pude
hacer como alumna, ya que entre a la Iglesia cuando tenía 18 años.
Espero que este año gradúen 2 de mis
alumnos y que el tercero y el cuarto salgan a la misión este mes de marzo como
lo solicita su llamamiento y que mi primer graduado, mi hermano, regrese de la
misión en el mes de abril, que 5 de mis alumnos que este año salen de la
secundaria vayan al Benemérito como es su deseo y que el próximo año salga a la
misión la primer jovencita graduada en mis clases y 2 jóvenes que el próximo
año terminan. Y que el próximo año 3 de mis jovencitas ya comprometidas en
matrimonio puedan llegar al Santo Templo a efectuar el sagrado convenio del
matrimonio. No ha todos los he podido rescatar de las garras de Satanás, pero
estos pocos son grandes a la vista de Dios.
Pero el deseo más grande de mi
corazón es que mis padres acepten el evangelio y algún día seamos una familia
eterna; sé que esto será así y pido al Señor paciencia para no desesperar. Les
doy mi testimonio que Dios nos ama y desea nuestro progreso.
El ha puesto el programa de
Seminarios e Institutos para preparar jóvenes especiales para salir a una
misión y para llevar a cabo un buen matrimonio. Sé que Él nunca nos da
mandamientos sin antes preparar el camino para lograrlo y sé que por cada
sacrificio que hagamos recibiremos una bendición.
Ruego al Señor que nunca decaiga el
deseo de seguir adelante en Cristo; maestros no desmayemos en la batalla y
venceremos a Satanás; jóvenes no decaiga vuestro ánimo y continuarán realizando
los grandes milagros y toda la palabra será cumplida.
Mantengámonos siempre firmes en
nuestra mira en Cristo Jesús.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario